y rehúsan mis huesos
lo lejano y lo tibio
Silvia Tocco
No esperar. No sentir.
Puedo ahora
moldear el silencio.
¿Ver en él?
Leo un poema tuyo.
La rosa de los vientos
cuando gire
no volverá a esa edad
ingenua y ávida,
impulsada a seguir
día a día un trayecto
entrevisto,
y agudo
como un grito
cuyos fragmentos
frágiles, y a la vez
decisivos,
recrearan un gesto
que respondiera luego.
Dame ahora esas alas
que recojo
sin sed de cielos rotos.
Hoy que puedo aceptarte
ya descalzado el miedo
y hago de cada hueco
un seno o un olvido.
Esa niña escondida
que aún espera
de nadie
el fondo de los nombres
ha de salir
y puede
tomar de aquí
la brisa de una mano
que acaricie en sus pies
la desazón,
el dulce titubeo,
el pulso de las noches,
su libertad valiente,
y descanse su piel
y su cabello.
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