lunes, 27 de mayo de 2013

Ánfora

Soy el hombre que se confunde con su isla.
Me faltan las palabras que hice mías.
Ahora me lame el mar.
Soy sal y roca.
Hacia adentro descubro ser una estalactita
sedimentada a oscuras con geológica fuerza
sobre una voluntad que da la forma
a ese grito de espera mineral que nos lanza.
Aquí en el mar, ante el sol y las olas,
yo elevo hasta unos ojos claros como las velas
y la fugacidad rota en la espuma
esta declaración que es una antorcha,
si descubro el temblor de una silueta erguida
capaz de extraviar a las sirenas.
 

domingo, 19 de mayo de 2013

Acuarela de estío

                 I

Un junco.
Así tu ingle al sol
rozada por el viento.

Arenales,
y la ola es alarde
que mezcla las cinturas.

Respiras,
y en el temblor del pecho
la humedad fulge y rueda.

Alzo mis ojos
sobre una piel tan ágil
que el verano cautiva.


                 II

En el mar son tus labios
la ensenada que asombra.

Sólo si duermes
te diré lo que he visto.

Y lo he escrito en tu espalda
bajo el vuelo de un ave.

Un destello en la orilla
se sumerge tras irte.
  
  
 * (En este mes de mayo en que lo mismo se presiente el verano que el viento repentino trae el frío y la lluvia de las estaciones pasadas mientras la luz escala hasta las últimas horas lindantes con la noche, avanzo este poema que quiere anticipar un tiempo inmaculado ajeno al daño o la carencia, y en donde no se perdiera nada más que ese inevitable cerrarse de los días con su penumbra melancólica para los que retenemos una querencia portuguesa sobre la vibración mediterránea, más dorada. Aquí dejo varadas estas palabras, al rumor de otras olas y canciones como las de Pablo Guerrero o Luis Eduardo Aute que resuenan en mí desde la adolescencia. Porque también el día se espera a cántaros mientras se acerca y teme el alba. Qué hermoso si se pudiera compartir convertido en canciones, en esa vibración y conexión que la poesía también conoce.)
   

domingo, 12 de mayo de 2013

Identidad

Concebir la poesía como un fin en sí mismo es no ver que es un medio para expresar o llegar a una forma de vida más alta. Ese debería ser el valor de la palabra, enunciar, inducirlo.
  

domingo, 5 de mayo de 2013

Paráfrasis de Anne Perrier

Para la eternidad,
una silla pequeña
y el calor de una calle
en la que mi alma ha aprendido
a decir tú.
 
 
Este es mi lugar
Para la eternidad
Una pequeña silla de paja
El silencio y el verano
Un muro que el cielo ha agrietado
Como una calle
Y mi alma que se acostumbra
A decir tú


* (Leí y supe por primera vez de Anne Perrier por una muestra de cuatro breves poemas suyos traducidos por el excelente poeta canario Rafael-José Díaz a través de su blog Travesías. Sé que tiene traducida casi la totalidad de su obra, de una autora “delicada, sensible y siempre imprevisible” a la que yo también considero extraordinaria. Gustador como soy de la expresión inefable, me conmovió -como los otros suyos- este poema del que con el tiempo hice una recreación más breve en la que también reconocerme y desnudarme. ¿Qué frontera hay entre lo que admiramos y lo que somos, entre lo que al leer recibimos y lo que en nosotros se enciende? Anne Perrier nació en Suiza en 1922 y para mí ha parado el tiempo con unas pocas palabras esenciales en la boca siempre añorada de una mujer. Es verdad, estamos ante una de esas personas esenciales e invisibles, capaz de ver lo transcendente de los detalles mínimos sin que su presencia y gesto pese, reclame alguna atención, y simplemente escribe unas señales sin impaciencia para quien llegue un día a verlas, en un diálogo satisfecho con esa resonancia que cada cual consigo mismo ha de tener. Ante esos versos hago por recrear la voz, el iris, los gestos y la cadencia de la respiración y los giros del rostro y cuerpo de esta mujer a la que me hubiera gustado ver, y oír que a mí y a algunos otros nos había estado ella, en esa silla, toda la vida esperando. Mis palabras de hoy no la suplantan, son una invitación a que las suyas en nuestra lengua pronto se publiquen.)