viernes, 29 de junio de 2012

Jaraíz, dos imágenes

                I

Miro el cerezo en flor.
Tanta blancura
precede a unos colores
inextinguibles, jóvenes.
Tanta blancura
fugaz, evanescente:
inmaculada sólo
en la rama o la nieve.

               II

Cerezos en tormenta.
El aire se disuelve
en neblina inasible.
Luz envuelta en un alba
desprendida, volátil.
Invadido de pétalos,
el paisaje semeja
constelaciones, iris.
 
 
                                            a Tomás Sánchez Santiago
                                            Jaraíz de la Vera

 
 

* (Son sólo dos pinceladas acerca del espectáculo natural de la floración de los cerezos que durante tres años me regaló la estancia en Jaraíz de la Vera. Nada más. Hubo quien, al mostrárselos en mi ingenuo entusiasmo, los desestimó literariamente. Reconozco que guardé los poemas sin evitar la tristeza. Formaban parte de un cuadernillo que se me pidió en el que auné lugares y nombres, en este caso el de Tomás, que durante unos hondos y queridos años estuvo enormemente cerca. Todo como la fragilidad de esas flores y pétalos que no superan apenas los quince días o unas horas de blancura velada al desprenderse entre el aire y la tierra. De manera sutil, la naturaleza había ido entrando en mis versos. Ahora es habitual que aparezca. Al rescatarlos, celebro su escritura y revivo estas imágenes que en la ladera donde estaba mi casa podía contemplar.)
 

miércoles, 20 de junio de 2012

El volumen del bosque

He rozado algún logro,
sostenido la fórmula,
percibido el sentido
sin cadencia del tiempo.
Busqué limpio el origen,
lo concebí en mí mismo
cercano a lo que escribo.
Sé que a veces se esconde
y ahora sin él recorro
los parajes de siempre
a espera de que vuelvan
de nuevo las palabras
por encima del fondo
de las interrupciones
y sirvan de esperanza
como lugar posible
al costado del día
más agitado o denso,
como espacio seguro
de remanso que lleva
fácilmente de vuelta
al momento en que somos
mientras sucede el vuelo
sin cesar que se abre
y a veces pronunciamos,
o la lluvia nos cae
buscando las raíces
presentidas del bosque, 
y el temblor, su volumen.