miércoles, 15 de julio de 2015

Esos tus ojos

                             a Santiago Castelo

                             que tengo en mis entrañas dibujados
                                                                 Juan de Yepes

Amanece en Mallorca. 
Mientras viajo,
en el perfil del campo una iglesia a lo lejos 
se abre entre las cosechas. 
Los pueblos son de piedra,
mansos al sol que nace.
Miro entre los almendros y las vides
este espacio flotante que no es lo que parece,
ni una isla, ni un lugar frente al mar,
ni un prodigio de tierra en que perderse 
bajo un sol antes griego y un designio pagano,
secreto y poderoso como el aire invisible. 
Aquí ocurre un dolor entrevisto
que otorga a quien acude el poder de encontrarse. 
Ya no estás, Santiago, aunque hasta aquí llegué
tras leer en tus versos la devoción consciente
al caudal de colores de este pulso marino
en cuyo vuelo cabe
junto al verano pleno
y el golpe de la sangre
lo frágil del silencio de un hombre al deshacerse 
o el temblor de la noche y la mirada débil:
esa forma de ser y aceptar este cuerpo, 
su derrota sensible de vivir a diario
sin renunciar a nada que al corazón asombre. 
Aún queda por el aire el iris de tus ojos
dados a recibir la sed de lo radiante,
tan callados ahora, 
tan sensitivos siempre,
vueltos,
aunque se graben
de un modo transparente
en mí y este paisaje,
a lo que ya se fue
y el tiempo leve,
a la fugacidad de estar y ya no hablarnos.

 
* (Con esta entrada, el blog cumple -y ha llegado- a sus 200 colaboraciones, al igual que un día Carlos Saura celebró a una vital Rafaela Aparicio con unos envidiables y joviales 100 años. Semanas atrás, al ir añadiendo nuevos poemas empecé a preguntarme cuál sería el que ocuparía esta cifra redonda, eso sí, deseando que fuera un poema especial, aún no imaginado, porque la creación es así de impredecible y frágil. Al final, este es el que ha sido, sin que haga falta explicarlo, dedicado a uno de mis mejores amigos, en su relación con Mallorca, y quien tal vez haya sido el lector más alentador y emotivo que he tenido hasta este mismo invierno. Ya algunos poemas del Cuaderno del Verano y luego de lleno Siurell marcan el territorio de plenitud solar y mallorquín de Santiago Castelo, un poeta asomado -pues tras su tempo lento era un ser desbordante e incontenido- a espacios marítimos y viajeros desde Grecia a Cuba pasando por Lisboa o este archipiélago, cuya lectura y comentario minucioso precedieron a mi no esperada estancia en esta isla, y menos por tanto tiempo. Aunque la intuición lo supiera, como ya estaba escrito desde 1985 en la lectura seguida de los títulos de los tres apartados de Las horas próximas, que formaban este poema encubierto: "Contra toda razón / de lo perdido / se abre el mar entre calles". 


Este blog quiere ser agradecido, y no sería tal sin sus lectores, en especial, además de los que secretamente lo siguen para mi asombro según veo en las estadísticas, a los que me arropan con su atención a mis consultas. Por esa ingobernable ley del tiempo, este año he perdido a dos de ellos: Ricardo Senabre y Santiago Castelo, que se unen a esos otros amigos -o maestros- imprescindibles que siguen siéndolo mientras exista el recuerdo: Juan Manuel Rozas, Ángel Campos Pámpano, Jordi Gual... Quiero mencionar el apoyo y afecto, que es gratitud y sentido, que sigo teniendo de Luis Arroyo Masa, Álvaro Valverde, Miguel Ángel Lama o Francisco Javier Irazoki, tan atentos a responder a mis consultas. Y otros más. Sería minucioso contar algunas historias de sorpresa y corazón, o amistades que han quedado con inteligencia y afecto, ¿verdad, Alfredo J. Ramos? Cuento sólo una. O dos. Un día publico un poema a Sicilia en recreación de un viaje hermosísimo -como no cabe de otro modo-, a aquella isla unos ocho años antes. Y me escribe una amiga lectora desde allí: había ido a esta tierra, como otras veces, a visitar el lugar de sus orígenes, con el cometido esta vez de esparcir las cenizas de su padre. Y estando allí se encontró el poema mío.  O como aquella enfermera que me comentó tras leer un poema en homenaje suyo: "lo primero que leí de Ángel Campos fueron sus radiografías e informes previos a operarse. Aquel doctor que lo atendía me dijo: a ti que te gusta escribir, este señor es un poeta muy importante". Hay quien recibe premios y reconocimientos a sus libros. Íntimamente, estos son los míos. Cada lector es un regalo, es un mundo. Si merecemos escribir, que sigan siéndolo.)
 

3 comentarios:

Alfredo J Ramos dijo...

Enhorabuena, Carlos. Por el poema y por las 200 entregas. Seguiré atento a la pantalla.

Manuel Pecellín Lancharro dijo...

Gracias, Carlos, por recordarme tan hermosamente al llorado amigo

José Antonio Zambrano dijo...

Amigo Carlos:

Se nos han ido casi los mismos a los dos. A ti desde más lejos y a mí desde lo cerca, aunque bien sabemos que no existe distancia para esto de la muerte.

Espléndido tu poema.

Un abrazo,
José Antonio